lunes, 12 de noviembre de 2012

Te agradecería que me respetes



Hace un rato leí el posteo de Mendieta en su blog, y la verdad que hay algo en lo que me siento profundamente identificado.


Uno puede discutir un millón de cosas al respecto, hay muchas posturas sobre lo sucedido, también hay cosas que van por dentro que te hacen hervir la sangre, pero por fuera tratás de bajar un cambio y decís: “bueno, vamos a tratar desacar algo en limpio y discutir civilizadamente”. Entiendo a los que proponen mesura y también a los que se calientan. Todo depende de cómo te pegan las cosas, lo que ves, lo que escuchás.

También cabe decir que mucho de lo que se escuchó en el cacerolazo anti kirchnerista del otro día no es novedad, todo lo contrario, lo que mas nos irrita a algunos es que es la televisación de lo que escuchamos a diario. Algunos pueden querer tapar el sol con la mano y decir que ahí hay de todo reclamando de todo un poco y que los que quieren que la presidenta se vaya o piden represión, el fin de la AUxH o la vuelta de los militares son minoría. Pero sencillamente no es verdad: o mienten, o se mienten. Más de una vez tuve que guardarme las ganas de mandar al carajo a más de uno o una, y en diferentes ámbitos: laburo, calle, universidad, en casa… repitiendo las mismas consignas repugnantes que se escuchan ahí, en la TV. De última, guste o no el ejercicio periodístico de Cynthia García en 678 (o el de Martín Ciccioli, que no es oficialista como tampoco el canal para el que labura), lo que queda recontra claro es que a la gente la eligió prácticamente al azar, o bien, esa gente se acercó sola a decir lo que decía. Y de esa muestra aleatoria el saldo se puede leer claramente. Y no estoy hablando de la edición de los medios, incluidos tanto los oficialistas como los de Clarín y otros opositores, estoy hablando de lo que se decía en vivo.

Pero, volviendo al primer párrafo, hay algo fundamental ahí en lo que dice Mendieta. Y es nuestro derecho a ser respetados. No recuerdo puntualmente, pero creo haber escrito en este mismo blog o en algún comentario quizá, alguna vez, sobre el tema. Sin embargo, en éste caso hay una diferencia no menor: no sólo merecemos ser respetados en nuestra postura, ideas o pertenencia política, además merecemos ser respetados en nuestro derecho a elegirnos un gobierno. Algunos habrán votado a la presidenta y estarán descontentos, otros la habrán votado y seguirán felices, otros no la habrán votado y la odiarán, etc., etc. Hay de todo, y se entiende y respeta. Lo único que se pide, es que respeten nuestro derecho a tener el gobierno que elegimos. Sabemos que es casi una herejía pedir eso, tanto como pretender que el intendente te provea de una vivienda por ser vendedora ambulante y no tener para comprarte una por otra vía. Pero bueno, igual somos un poco atrevidos y pedimos respeto de la oposición. Y no de los dirigentes opositores, que en su mayoría son unos energúmenos, sino de la oposición que salió a las calles, o de la que escribe en los blogs, o en los iluminados neo opositores que, reversionando a –ponele– Libres del Sur, ayer eran oficialistas y hoy se enteran de los malos modales y de la torpeza K, quizá porque les incomoda ser mayoría, quien sabe. No va para Elisa, que vacaciona en Disney, va para todos los opositores que patean la calle como nosotros: muchachos, respetennos, dejen de subestimarnos y, sobre todas las cosas, respeten la democracia, esperen su turno y ganen. Y entonces nosotros respetaremos el gobierno que ustedes eligieron tanto como ustedes respetaron el que nosotros elegimos, porque a fin de cuentas todos elegimos, también los que votan por otro (no quiero decir “los que votan en contra”, porque suena feo, a pesar de que posiblemente es mas cierto que falso).

Y por último, una recomendación: desde 2008 vienen intentando lo mismo una y otra vez. Tuvieron su cuota de suerte: en 2009 lograron meter una mayoría (heterogénea, tanto como el cacerolazo del 8 de noviembre pasado) en el Congreso, y el resultado que tuvieron fue paupérrimo. No por el 2011, sino por el propio resultado parlamentario post 2009. El principal candidato opositor elegido no hizo absolutamente nada de trascendencia en el Congreso (me refiero, por supuesto, a Francisco De Narváez). No hubo recambio opositor, siguen siendo los sobrevivientes del 2001 + juventud PRO. La fuerza ganadora en 2009 no existía ya en 2011 y la mitad de la misma (el PRO) no llegó mas que a meter un intendente en Vicente López y un segundo lugar en las provinciales de Santa Fe. No es mala leche, sino todo lo contrario: les pido, desde este humilde lugar, que replanteen su estrategia. Para los que piden a los militares, aunque sean la recontra minoría: muchachos, los militares no van a volver, olvídense. Para los que quieren que Cristina se vaya: difícil, y si se va queda Boudou. No les sirve, ya no hay Cobos, y aún con Cobos necesitan ser representados por alguien y por alguna idea o proyecto. Y para aquellos que orgullosos dicen que no tienen representación política: que mal, porque sin representación política no pueden ganar elecciones democráticamente. El cacerolazo del 8 de noviembre es una muestra de debilidad opositora, no de fortaleza. A mi no me preocupa por la estabilidad del gobierno o la democracia, no creo que corra riesgo, me preocupa que tanta gente esté tan desesperada por expresar su ira y que no la pueda canalizar por la vía democrática tangible. Un cacerolazo es de última, un derecho en democracia, pero no un medio realmente democrático para expresar descontento, un cacerolazo no construye democracia, todo lo contrario: la pone en tela de juicio. Por eso, pido desde este ínfimo y humilde lugar: traten de replantearse las cosas, piensen por qué estas mismas herramientas los llevaron a perder en forma aplastante en 2011. Quizá no es tan fácil de explicar con “les dan planes a los vagos y los votan” o “es el viento a favor y la soja en Chicago”.
O si quieren piensen eso, y está todo bien. Pero traten de no enojarse, en tal caso, si la historia se sigue repitiendo.